Entrevistas
a Egresados de “Maestras del Tribal”
Ana García Saravia Ortíz de Montellano
Les presento a Ana, de Puebla. Sus padres de Ana le pusieron un
primer nombre sencillo, en mi opinión, para contrabalancear el peso
de su apellido, que parece ser traído desde los tiempos coloniales
de Nueva España: García Saravia Ortíz de Montellano. Este
apellido engaña, porque Ana es de las menos presumidas y llamativas
de todas las bellydancers, pura buena onda. Ademas, Ana (otra vez,
en mi opinión) es un Bellydance Nerd 100% y eso, lejos de ser un
insulto, para mi es un gran cumplido. Ella, como muchos egresados de
“Maestras del Tribal”, ha incorporado el estilo Tribal a sus
clases regulares y lo ve como un complemento, haciéndola mas
versátil como maestra. A continuación, conozcan a esta hermosa
persona, maestra, y bailarina.
FB: Ana Gsom
FB: Prisma Centro
Transdisciplinario de Arte
Mi nombre
es Ana García Saravia Ortíz de Montellano, vivo en la ciudad de
Puebla. Soy egresada de la 7ma generación de Maestras de Tribal.
Desde hace algunos años bailo bellydance, pero recientemente mis
actividades en la danza se han enfocado también a dos disciplinas
que me han servido para complementar mi formación como maestra y
bailarina: el bellydance estilo improvisación tribal, y el ballet.
El tribal me ha permitido generar grupos y relaciones más cercanas
con mis alumnas, además de hacer mis clases más dinámicas y
divertidas, permitiendo a mis alumnas experimentar y ganar seguridad
y conciencia grupal; el ballet me ha ayudado a ser más disciplinada,
fuerte y flexible, he aprendido sobre músculos, cómo calentarlos y
estirarlos, además me ha enseñado a ser más observadora y
consciente de la diferencia escénica en el manejo de grupos grandes
y producciones integrales. Ambos estilos complementan mis clases de
bellydance y me obligan a pensar más allá de mi zona de confort, me
presentan retos físicos, emocionales e intelectuales que no imaginé
cuando decidí, hace años, comenzar a bailar.
Mi
experiencia en Maestras de Tribal fue toda una revelación. Aunque el
estilo me gustaba, no lo había podido experimentar realmente: tener
un grupo grande de compañeras, aprendiendo e improvisando juntas fue
divertido y provechoso. Conocí personas muy interesantes y mejoré
técnicamente. Descubrí la versatilidad que tiene la improvisación
y el impacto visual que tiene el tribal bien presentado. Pero más
importante aún, me ayudó a desarrollar y establecer una metodología
personal de enseñanza, me hizo mejor maestra porque ahora tengo
claro cómo enseñar los pasos para que les sea más fácil a las
alumnas comprenderlos y seguirlos; esto lo he podido aplicar a mis
clases de bellydance egipcio/cabaret, no sólo a las de tribal, y
estoy convencida de que es una herramienta muy valiosa para asegurar
un buen nivel en mis alumnas y para distinguirme como maestra de
todas aquellas personas que, aunque quizá sean buenas bailarinas, en
el fondo no saben enseñar.
Me es
difícil hablar objetivamente de mis clases, seguramente mis alumnas
darían una visión de ellas un poco más objetiva, pero sí hay
algunos puntos que intento enfatizar: la confianza y el trato
relajado, amable y alegre entre nosotras; la aceptación de su propio
cuerpo y capacidades, para poder complementar el resto de sus vidas
con algo que las haga sentirse femeninas, fuertes, bellas y aceptadas
también por otros; conciencia sobre su manera de aprender, de
moverse y de lo que necesitan trabajar más; las diferencias entre
tribal y estilo egipcio, así como para qué podría servir cada
estilo en escena.
Una de las
experiencias que más recuerdo como maestra, fue un grupo que tuve
para mujeres adultas. Los avances que tienen son muy significativos y
trascendentes en sus vidas. En una ocasión, una alumna que tenía
marcado sobrepeso llegó a clase feliz y orgullosa porque al fin,
después de varios años de no poder hacerlo, había logrado subir
las escaleras de su casa sin tener que detenerse a descansar a la
mitad. Para otra alumna, la clase se convirtió en el único momento
de su vida que podía dedicarse a sí misma, pues acababa de tener a
su primer bebé y sentía que ya no era ella misma, que ya no tenía
tiempo para arreglarse, descansar, vestirse como le gustaba ni cuidar
su cuerpo, la clase se volvió un refugio personal porque el resto de
su día estaba fuera de su control.
Si alguien
me preguntara por qué bailo, mi primera respuesta sería por mí, es
decir, por mi bienestar y felicidad. La danza me ha permitido
descubrirme y ser una persona más feliz, más integral, más
desenvuelta y segura de mí misma. Además, bailo porque me emociona
salir a escena y porque me satisface enormemente enseñar y
relacionarme con otras mujeres. Bailando puedo explorar diferentes
facetas de mi personalidad de forma bella y estética, puedo
compartir con otros lo que siento y lo que pienso, puedo hablar
simbólicamente y explotar sensaciones y cierta intensidad que, de
otra manera, me sería difícil expresar. Digamos que bailo porque me
permite ser una mejor versión de mi misma, una versión más
completa y multifacética, una persona que me da más orgullo ser.
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